Escrito por: Ana Giselle Zapata Arias
¿Te identificas con la palabra feminista?
Estaba almorzando con una amiga el otro día y me contó que estaba leyendo las reflexiones de una persona sobre la violencia estética que sufren sobre todo las mujeres y cómo ella se sintió reflejada en mucho de lo que escribía. Al día siguiente me cuenta que ya le asustó leer ese tipo de información, porque descubrió que esta mujer era feminista. Ella estaba de acuerdo en todo lo que ella escribía pero esa palabra le hacía ruido.
Cuando empecé a llamarme a mí misma feminista lo hice con cierto temor. Yo, una persona con ansiedad social, expuesta a la crítica y el cuestionamiento que suponía apropiarme de ese término. Ahora agradezco enormemente haberlo hecho, porque desde ahí mi forma de ver el mundo cambió, y aún ahora lo sigue haciendo.
Si busca la igualdad de derechos, ¿por qué se llama feminismo?
En palabras de la escritora Chimamanda Ngozi Adichi: “Usar la expresión genérica "derechos humanos" supone negar el problema específico y particular del género. Es una forma de fingir que no han sido las mujeres quienes se han visto excluidas durante siglos. Es una forma de negar que el problema del género pone a las mujeres en el punto de mira”.
El feminismo supone siempre reflexiones, se va transformando, va llegando a distintos puertos a romper y reconstruir todo, y eso está bien. Por ello, a lo largo de muchas décadas, las luchas feministas han ido golpeando las estructuras que oprimieron a mujeres a nivel público y privado. Y sí, hemos tenido grandes avances, pero aún las desigualdades no se han terminado, y definitivamente no es igual para todas.
La violencia de género es un problema estructural, que nos atraviesa en diversos planos de nuestras vidas, no se da de forma aislada. Es difícil encontrar a una mujer que no haya vivido acoso callejero. Los feminicidios, el abuso sexual, la violencia en la pareja son problemáticas a las que estamos más expuestas. Además, la revictimización que podemos llegar a vivir por hablar y denunciar, al culparnos por la forma en que vestimos o lo que hacemos. En el plano laboral, se encuentra la brecha salarial, el menor acceso de las mujeres a puestos más altos y la diferencia con respecto a los hombres que les dedican las mujeres a tareas no remuneradas, considerando que en la mayoría de hogares, somos las que ejercemos la labor de cuidadoras.
El feminismo nos invita a cuestionar(nos), a reconocer nuestras opresiones y también nuestros privilegios y violencias. No existe un solo feminismo. La realidad no es igual para todxs y bajo esa premisa el feminismo interseccional y los feminismos antirracistas visibilizan el funcionamiento inseparable de las opresiones relacionadas a la clase social, género, raza y sexualidad, que no podemos dejar de lado.
Machismo vs feminismo
Machismo, aquel gran problema que nos aqueja en casa, en la calle, en la universidad, en el trabajo y en la sociedad en general. Este, como gran mal, ha pasado a ser la antítesis del feminismo en una narrativa completamente equivocada. Queda claro que hay incomodidad en aquellas personas que consideran que nuestras luchas acabaron cuando llegamos al voto, hoy por hoy, hay cambio sociales claves por los que protestamos y se seguirá protestando en el mediano y lejano plazo.
El machismo no es la antítesis del feminismo. Consiste en una serie de actitudes, ideas y comportamientos que colocan al hombre cis en una posición de superioridad, lo que deriva en actos de violencia y desigualdad. El machismo mata, atenta contra nuestro bienestar físico, mental y social.
El otro día vi en un video de una activista feminista que muchos comentarios tenían “bromas” como: “mejor anda a cocinar, anda atiende a tu marido” “pobre de él, te vas a quedar sola”. Lo que demuestra que las ideas machistas están ahí, transmitiendo que ese es nuestro lugar, la casa, no expresando nuestras ideas abiertamente. En palabras de Ángela Davis: “El feminismo es la idea radical que sostiene que las mujeres somos personas”.
¿El feminismo puede ser terapéutico?
La culpa es algo que me ha acompañado desde hace mucho tiempo, aún más cuando nació mi hija. Cada error suponía que piense que ya fallé, que soy una mala madre, cosa que no le sucedía a mi compañero, que tomaba sus errores con otra perspectiva.
A través de la socialización, vamos adquiriendo la forma en que percibimos el mundo, a nosotrxs y al resto. A través de los mensajes que nos brinda la sociedad, nuestra familia, los medios, vamos construyendo la forma en que pensamos y procesamos la información de nuestro entorno. Es así que la psicología no puede ser ajena a nuestro contexto, ya que este tiene una gran influencia en nuestros sentires.
La injusticia social, las desigualdades, la violencia tienen un impacto en nuestra salud mental. La culpa que yo sentía más acrecentada al ser mamá no es un malestar solo mío, en grupos de mamás en los que participé era el tema que más compartíamos entre todas, además de la diferencia en mayor o menor medida, pero diferencia al final, que había en cuanto a la división de tareas domésticas y cuidado de la casa que tenían con sus compañeros.
Desde niñas se nos empuja a juegos más relacionados con la belleza, la casa o el cuidado, y poco a poco crecemos con la idea de que ser madres es nuestro rol más importante, y por lo tanto debemos hacerlo bien. Incluso la idea del instinto materno nos termina por exigir ser las madres que lo saben todo, que pueden siempre con todo. Culpables por ir a trabajar, culpables por dejar de hacerlo, por estar cansadas, por equivocarnos, todo ello generándonos malestar en nuestra cotidianidad.
El feminismo para mí ha sido liberador, ya que puedo notar que no soy solo yo la que vive esto, puedo cuestionar y reconstruir una visión del mundo que esté más acorde para lo que busco en mi vida. Además, encuentro en el feminismo espacios de sanación y sostén colectivo. Me ha permitido ser más compasiva conmigo misma y entender de una forma más amplia la realidad de las personas sin ignorar sus contextos. Creo que es un camino que no acaba, para mi es un derribar y construir muy enriquecedor.
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Ana Giselle Zapata Arias
Mi nombre es Ana Giselle. Soy psicoterapeuta, feminista y mamá de una pequeña de 3 años. Soy humana, sensible, imperfecta, introvertida y vulnerable, aspectos de los cuales me siento orgullosa de aceptar.
Amo ser psicóloga, porque me permite acompañar a otras mujeres en sus procesos, sé que muchas veces no es fácil tomar esa decisión, también estuve del otro lado, pero me siento feliz de poder estar en sus caminos.
Algo importante para mí es considerar el impacto de nuestro contexto en nuestros malestares. Las exigencias sociales sobre el éxito, la productividad, la maternidad, la belleza, los estereotipos de género, etc.; así como nuestras vivencias individuales tienen un impacto en nosotras.
Pienso que cuestionar y reconstruir en base a la vida que deseamos vivir nos hace más libres.